1 Corintios 13:4-7

El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 1 Corintios 13:4-7



viernes, 26 de julio de 2013

El propósito del matrimonio



“Maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella para santificarla” (Ef. 5:25, 26)

Aquí lo tenemos, en este versículo: el propósito del matrimonio es nuestra santificación. ¡Qué sorpresa! Pensábamos que era nuestra felicidad. Nos casamos con una persona porque nos gusta, porque nos atrae, porque disfrutamos de su compañía, porque podemos comunicarnos bien con ella, porque la admiramos, porque sentimos que ella nos puede completar, porque queremos servir al Señor con ella, porque llena nuestras expectativas, porque satisface nuestras necesidades. ¿No es así? Notamos que todos estos motivos son un poco egoístas. Me caso con ella por lo que siento y por lo que me puede dar. Claro, cuando desaparece este sentimiento, se ha ido el amor, y me tengo que divorciar de ella y buscar otra. Este es el planteamiento normal de nuestros días y por ello hay tantos divorcios, porque casi siempre la persona nos defrauda. No llega a cumplir nuestras expectativas. ¡Si el Señor amase a su iglesia de esta manera, nos habría abandonado ya hace mucho tiempo! Él nos ama confiado en lo que puede hacer por nosotros para transformarnos en su compañía; con sus administraciones llegamos a ser las personas que él desea que seamos.

Así que el matrimonio es para nuestra santificación. Es para que yo crezca a ser más como Cristo por estar casada con este hombre. Su rol es ayudarme a serlo. Esto puede ocurrir consciente o inconscientemente de su parte. En los peores matrimonios, cuando el marido es inmaduro, egoísta, cruel, sarcástico, crítico, exigente, ausente, callado o distante todavía se puede conseguir este fin, y de hecho, algunas de las mujeres más bellas interiormente, tienen un marido “ogro”, pero ellas han respondido correctamente, y esta convivencia les ha transformado.

Si la mujer responde a su marido, no importa como sea él, con respeto y gratitud, acoplándose a sus deseos, perdonándole, ayudándole, siendo la ayuda idónea aunque él no se dé cuenta, ella crece. Llega a ser más como Cristo. Si el marido trata a su mujer con cariño aunque ella no cumple con sus responsabilidades de esposa, si es paciente, comprensivo, humilde, servicial, si se da a ella e intenta hacerle feliz, olvidándose de sí mismo, él llega a ser cada vez más como Cristo.

Un matrimonio desastroso puede ser un gran éxito en los ojos de Dios porque logra su fin, los dos crecen en santificación, o, la parte creyente lo consigue, en el caso de un matrimonio mixto. Lo importante en el matrimonio no es que yo sea feliz, sino que llegue a ser la persona que Dios desea que sea. Esto se puede lograr por medio de un matrimonio que es el cielo en la tierra, o uno que es todo lo contrario. Dios, en su amor y sabiduría, me ha puesto dónde estoy, con el marido o la esposa que tengo, y su propósito en ello es muy hermoso, ¡un hermoso yo!    

Devocional hecho por Margarita Burt. Espero que os guste :)

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