1 Corintios 13:4-7

El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 1 Corintios 13:4-7



jueves, 10 de noviembre de 2011

El poder de la oración

Llevé mis problemas al Señor; clamé a Él, y respondió mi oración. Salmos 120:1

La oración está basada en el propósito y en la promesa de Dios. Orar es someterse a Dios. La oración no tiene ningún lamento en contra de la voluntad de Dios. Puede clamar contra la amargura y el terrible peso de una hora de angustia e indecible: Si es posible, pase de mi esta copa. Sin embargo, está sobrecargada con la sumisión más definida y más dulce: pero no sea como yo quiero, sino como tu. 

La oración, en su forma habitual y en su corriente profunda, es una conformidad consciente de la voluntad de Dios, basada en la promesa directa de su palabra, y bajo la luz y la aplicación del Espíritu Santo. Nada es mas seguro que la Palabra de Dios como fundamento de la oración. Oramos sólo cuando creemos en la Palabra de Dios. Está basada directa y específicamente en las promesas de Dios reveladas en Cristo Jesús. 
La oración no tiene otro suelo sobre el cual sembrar su ruego. Todo lo demás es oscuro, arenoso e inconstante. No son nuestros sentimientos, méritos u obras, sino la promesa de Dios, la base de la fe y la tierra firme de la oración. Los propósitos maravillosos necesitan oraciones maravillosas para ser ejecutados. Las promesas que producen milagros necesitan oraciones para ser cumplidas. Solo la oración divina puede operar promesas divinas o llevar a cabo propósitos divinos. ¡Cuán grandes, cuán sublimes y cuán exaltadas son las promesas que Dios hace a su pueblo! ¡Cuán eternos son los propósitos de Dios!

Sin embargo, nuestras oraciones son demasiado cortas y débiles como para ejecutar los propósitos o para reclamar las promesas de Dios con el poder adecuado. ¿Por qué estamos tan empobrecidos en nuestra experiencia y vivimos en un nivel tan bajo cuando las promesas de Dios son preciosas y magnificas? ¿Por qué los eternos propósitos de Dios se mueven tan tardíamente? ¿Por qué son tan pobremente ejecutados? Fracasamos en cuanto a apropiarnos de las promesas divinas y hacer descansar nuestra fe en ellas, y orar con fe es la solución: No tienen, porque no piden. Y cuando piden, no reciben porque piden con malas intenciones. 

Señor, escucha mi voz por la mañana; cada mañana llevo a ti mis peticiones y quedo a la espera. Salmos 5:3

No es simplemente levantarse temprano lo que pone a los hombres al frente y los hace generales en jefe de las huestes de Dios, sino el deseo ardiente que agita y rompe las cadenas de la condescendencia consigo mismo. El saltar temprano del lecho da salida y aumento y fuerza al deseo, de otra manera este se apaga. El deseo los despierta, y esta tensión por Dios, este cuidado de apresurarse a la llamada hace que la fe se afiance en Dios y que el corazón obtenga la más dulce y completa revelación. 


Amo al Señor porque escucha mi voz y mi oración que pide misericordia. Debido a que El se inclina para escuchar, ¡orare mientras tenga aliento! Salmos 116:1-2.

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